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domingo, 21 de marzo de 2010

ESPECIES QUE PUEBLAN LAS CANCHAS DE BALONCESTO III

El Sucio Viejales


Especie: Agarronus Codazus.
Comportamiento Característico: Cometer contacto físico totalmente fortuito y absolutamente involuntario. Eso sí, durante todo el partido.
Marcas Distintivas: Coderas, rodilleras, cicatrices producto de operaciones.
Enemigos Naturales: Los contraataques, el espacio alrededor del aro, tendones de Aquiles deshilachados.
Grito de Apareamiento: ¿Qué?, ¿qué? Vamos, sigue jugando.


No salta, ni esprinta, ni tiene desplazamiento lateral. Pero aún así, todavía no se ha pasado al golf. Como cuando Andrés Gómez venció a un André Agassi de 19 años en un Roland Garros de hace mucho, el “Sucio Viejales” supera los estragos de la edad y/o la perdida de los ligamentos originales de la rodilla, con grandes dosis de sabiduría y astucia, siempre y cuando por sabiduría y astucia consideremos precisos golpes de kárate a tus lumbares.


Un maestro de las artes oscuras del juego, el “Sucio Viejales”, hace todas esas cosas desagradables que se pitarían en una competición oficial pero nunca contarían como falta en una pachanga normal y corriente.

Hazle un crossover y te pegará un rodillazo en el muslo; levanta los brazos cuando le defiendes al poste y te llevarás un bonito codazo cuando se de la vuelta; échale con el cuerpo en el rebote y castigará tu insulto, clavando un antebrazo en tu nuca mientras usa tu hombro como eficaz trampolín hacia el balón.


Aunque juega bien bajo el aro, no es desconocedor de las artes del manotazo, el agarrón de camiseta y el bloqueo chungo y en movimiento (empujándote con ambas manos, por supuesto, antes de darse la vuelta y meter dos puntos fáciles). Lo que sea con tal de seguir siendo competitivo.

Aún así, el “Sucio Viejales” no es ningún paquete.

Normalmente es un jugador sólido, el típico que siempre mete los tiros cuando está solo. Lo que pasa es que su cuerpo ya no puede ir a la velocidad de su mente; ha perdido agilidad pero conserva un fervoroso deseo de ganar. Así que lo compensa a menudo con una buena leche en el plexo solar. (¿Te ha gustado mi codazo?, es que hay que hacer lo que sea con tal de robar una bola.)



El “Sucio Viejales” no te intenta lesionar -es demasiado honrado para eso- pero te va sacar de tus casillas. Y eso es justamente lo que quiere, porque cuanto más te preocupes por su siguiente hachazo a tus costillas, menos capaz serás de sencillamente superarle en velocidad. De este modo, la mejor defensa contra sus tácticas es no defenderle; en vez de eso, pilla al tipo más viejo de tu equipo para que se empareje con él, y dejad que los dos viejos machos dominantes entablen una encarnizada lucha hasta que se ponga el sol siguiendo sus inevitables instintos. Instintos que vienen a ser una hostia como las que daban los Knicks del 93 en cada jugada.

(Por cierto: recuerda que el “Sucio Viejales” serás dentro de unos 10 años. O quizá antes, en función de cuantos anti-inflamatorios te tengas que tomar tras un partido de los buenos. Así que tenle un poco de compasión).

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